Nunca hubo en el pasado y no existe hoy una sociedad caracterizada
por el uso de lo escrito en que la actividad de escribir fuera o sea practicada
por todos los individuos que forman parte de la misma sociedad; en efecto, la
escritura, al contrario que la lengua, instaura, dondequiera que aparezca, una
relación tajante y fuerte de desigualdad entre aquel que escribe y aquel que
no, entre el que lo hace bien y mucho y el que lo hace mal y poco; y esta
desigualdad sigue y revela a la vez los límites de la distribución social de la
riqueza, de la diferencia de sexos, edades, geografías y culturas. Está
directamente determinada por las ideologías y las estrategias de distribución
del poder político, económico y cultural y, en consecuencia, por las funciones
y los mecanismos del sistema educativo de toda sociedad históricamente
identificable. La desigualdad gráfica está presente y puede ser reconocida hoy
tanto en los países más avanzados como en los desesperadamente atrasados, en
Harlem (New York) y en Calcuta; y lo estaba, si echamos una mirada hacia atrás,
en la Roma imperial como en la París del siglo XIV, el Londres del siglo XVII o
la Milán de 1870, si bien en distintos porcentajes. La historia de la cultura
escrita también es historia de esta desigualdad…(Armando Petrucci)